La banda de Pedro Pablo Corrales viajó a Puno en 1918 contratada por la comparsa Los Vaporinos.31 En 1956 la comparsa Diablada Ferroviaria de Oruro fue invitada a participar de laFiesta de La Tirana siendo el chileno, Gregorio Ordenes, inspirado para formar la primera comparsa chilena de diablada, Primera Diablada Servidores Virgen del Carmen, en Iquique.32Actualmente fueron fundadas comparsas por los residentes Bolivianos en varios países como, Argentina,7 Estados Unidos8 y Austria.9
Acerca de las investigaciones realizadas en Chile sobre la Diablada, Iquique Tv presentó un documental sobre su origen, afirmando que la danza tiene sus raices en los mineros deOruro, Bolivia. La insercion de la danza en la fiesta de la Tirana se dio a mediados del siglo pasado (Siglo XX).33
En 1956, Gregorio Órdenes fundó la primera comparsa chilena con el nombre Primera Diablada Servidores Virgen del Carmen en Iquique, después de la visita de la Diablada Ferroviariaa la Fiesta de la Tirana.32
Enrique Cuentas Ormachea citando una nota de Víctor Villar Nolasco en el diario Los Andes de Puno, sugiere que la primera vez que la Diablada fue presentada en la ciudad de Puno durante la fiesta de la Candelaria fue el 2 de febrero de 1918; y habría estado a cargo del conjunto Los Vaporinos conformado por un grupo de trabajadores de la Peruvian Corp. que operaba en el Lago Titicaca, quienes alquilaron los trajes y músicos en Bolivia a Pedro Pablo Corrales conocido como maestro de la Diablada en Oruro:
a la puneñísima fiesta de la Candelaria, de 1918, trajo por primera vez una comparsa de diablos, don Lorenzo Rojas, quien era uno de los más importantes y connotados miembros de la sociedad mestiza y del comercio popular de la localidad. Fue todo un acontecimiento extraordinario, porque el mencionado conjunto constituía además de grupo de danzarines con suntuoso atuendo del averno, un grupo teatral que presentaba al aire libre, en los atrios de los temples y en las plazas públicas algunos melodramas religiosos como los "Siete Pecados Capitales" o sainetes burlescos en los que rutilantes figuras demoniacas dialogaban entre ellas y con el público circundante...¿De dónde salieron estos elegantes diablos enmascarados con caretas horripilantes cuajadas en saurios, ofidios, reptiles y alimañas grotescas? Pues retornaron de Bolivia a Puno como una revivencia del pasado folklórico del antiguo Perú Alto.
Víctor Villar Nolasco, Diario Los Andes de Puno, 1918
Desde esa fecha la diablada puneña está ligada a la fiesta de la Candelaria.31 Esto probablemente se repitió dos veces ya que la diablada puneña desde 1922 hasta 1965 sufrió una trasnformación que se debió a que las limitaciones económicas del grupo de Vaporinos que introdujo la primera diablada, no les permitió sufragar los costos de alquiler de una banda de músicos.
A pesar de que no ha llegado a mis manos un estudio completo de la danza de los Diablos en el Perú, sobre todo en lo relativo a su origen y fechas de organización, cábeme insertar algunos informes orales recogidos de la tradición oral en Oruro. Zenón Goitia indica que el maestro de baile Pedro Pablo Corrales, padre, llevó esta farsa espectacular a Puno en 1917.
Julia Elena Fortún, La danza de los diablos, 1961
Roberto Velasco Melgar en una publicación del periódico Los Andes de 1968 señala34
Con motivo de la celebración de las fiestas patronales del 2 de febrero en homenaje a la Santísima Virgen del a Candelaria, Puno manifiesta su fervor y alegría a través de diversas danzas. La concentración de conjuntos en la ya famosa “Octava” es copiosa, transformando a la ciudad en un vasto escenario por cuyas calles desfilan cientos de danzarines luciendo fastuosos disfraces. Los que hemos nacido en esta tierra legendaria, y vivido sus tradiciones y costumbres, hoy, tenemos que lamentar la ausencia de danzas típicas, sean los primorosos “llameritos”, sean los temibles “chokelas”, sean los pintorescos “puli-pulis” que con su sincera devoción regocijaban la ciudad propiciando esplendorosamente un auténtico clima de fiesta puneña. Hoy se ha dado paso a la cursilería de presentar costosas danzas importadas de la vecina república de Bolivia, que con la estridencia de sus trompetas contratadas han apagado el dulce y armonioso sonido de las “pusas”, que, con el retumbar de sus bajos en tuba han borrado los melódicos lamentos de quenas y pinquillos. El millonario atuendo de “diablos” y “caporales” de Oruro ha opacado el original y vistoso traje fiestero, transformando a nuestra querida ciudad de Puno, a la voceada Capital Folklórica del Perú en un “consulado” o agencia de folklore boliviano, en cuanto a danza y música se refiere.
Roberto Velasco Melgar, Diario Los Andes de Puno, 1968
La primera agrupación de "Diablada" nace con ese nombre, la "Tradicional Diablada Porteño" en 1962,35 seguida de la "Espectacular Diablada Bellavista|Asociación Folklórica Espectacular Diablada Bellavista", en 1963.36 La agrupación de "Sikuris del Barrio Mañazo" de 1892 solo era un grupo musical de Huayño-Siku según su acta de fundación.
SOBRE ESTA BASE DE EMINENTE RAZÓN DE PROPIEDAD ABSOLUTA DE NUESTRA DIABLADA, HAY QUE REPENSAR EN EL SOMETIMIENTO A MODERNIZARLA Y ACOMODARLA A INTERESES QUE NO RESPONDEN A LA GRAN ILUSTRACIÓN DE ESTRUCTURA ORIGINAL...
Tradición es el conjunto de patrones culturales que una o varias generaciones hereda de las anteriores y, usualmente por estimarlos valiosos, trasmite a las siguientes. Se llama también tradición a cualquiera de estos patrones. El cambio social altera el conjunto de elementos que forman parte de la tradición.Se considera tradicionales a los valores, creencias, costumbres y formas de expresión artística característicos de una comunidad, en especial a aquellos que se transmiten por vía oral. Lo tradicional coincide así, en gran medida, con la cultura y el folclore o «sabiduría popular».
La visión conservadora de la tradición ve en ella algo que mantener y acatar acríticamente. Sin embargo, la vitalidad de una tradición depende de su capacidad para renovarse, pudiendo cambiar de forma para adaptarse a nuevas circunstancias, sin perder por ello su sentido.
Concepto y división
[editar]La tradición en sentido cultural
La palabra tradición (derivada etimológicamente del verbo latino tradere, entregar) se usa para designar el hecho de la transmisión histórica de doctrinas, instituciones, usos o costumbres (tradición en sentido activo), o también las mismas doctrinas o instituciones que han sido transmitidas (tradición en sentido pasivo). La tradición —entendida en toda su amplitud, es decir, referida a la transmisión de usos o doctrinas de cualquier orden— es un hecho humano universal, por cuanto está ligado a algunas de las características fundamentales del hombre: su sociabilidad, su historicidad, su educabilidad, etc. Desde esta perspectiva amplia, la tradición puede ser definida como el transmitirse del acervo cultural de un pueblo, de una civilización, etc., en virtud del cual el pasado revierte sobre el presente vivificándolo y siendo continuado por él.
La positividad de la tradición es clara: el progreso humano, la civilización y la ciencia serían imposibles sin ese transmitirse los conocimientos y las actitudes de generación en generación. Es innegable, sin embargo, que, como todo lo humano, está expuesta a riesgos y deformaciones, ya que, de una parte, pueden ser transmitidos no sólo verdades y valores, sino también errores y deformaciones, y, de otra, la viva transmisión de un patrimonio cultural puede degenerar en rutina, cerrazón ante la creatividad, apego a lo antiguo por lo antiguo, etc. Todo ello, sin embargo, no autoriza una actitud negativa frente a la tradición, y mucho menos a identificarla con añoranza de lo pasado, oponiéndola, por tanto, al progreso. La polémica contra la tradición llevada a cabo por los pensadores ilustrados estaba basada en su pretensión ingenua de reconstruir la entera cultura humana partiendo desde cero; elRomanticismo y los movimientos intelectuales e históricos posteriores pusieron de manifiesto la unilateralidad, más aún, la imposibilidad de una tal pretensión: el hombre puede proceder sólo basándose sobre su pasado. Progreso y tradición no son realidades contrapuestas, sino íntimamente vinculadas entre sí.
[editar]La Tradición en su sentido teológico
Esa consecuencia de la historicidad humana que es la tradición ha sido asumida por Dios al revelarse. «Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente» (Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium, 9). La Revelación, hecha por Dios en un momento concreto de la historia, debía, según la disposición divina, transmitirse de generación en generación, y para eso quiso Dios mismo disponer de un pueblo que realizara esa transmisión: Israel en el Antiguo Testamento; la Iglesia en el Nuevo. Conviene subrayar que, en este caso, aunque encontramos analogías con el fenómeno general humano de la tradición, hay diferencias netas: en primer lugar, porque lo que se transmite no es una simple adquisición humana, sino las verdades y la vida divina comunicadas por Dios; en segundo lugar, porque la transmisión misma no es un acontecimiento meramente humano, sino algo que se realiza bajo una peculiar asistencia divina, que libró a Israel y, de modo especialísimo, libra a la Iglesia de caer en esas deficiencias que antes mencionábamos al hablar de la tradición como hecho humano general. La Iglesia es indefectible: Dios puede permitir —y permite de hecho— que el cristiano singular caiga en el error o en el pecado; pero no permite que la Iglesia pierda la doctrina por Él revelada ni los medios de santificación por Él instituidos, sino que actúa constantemente en ella dándole vida y haciéndole trascender las limitaciones del espacio y del tiempo. Resumiendo lo dicho, podemos definir la Tradición, en sentido teológico, como la transmisión por parte de la Iglesia viva de la entera realidad cristiana. Atendiendo al contenido, la Tradición se divide en dogmática, si tiene por objeto las verdades y las normas sobre las que se funda y por las que se rige el vivir cristiano, y ritual, si versa sobre los ritos y usos propios del culto cristiano. En sentido amplio, por Tradición se entiende la transmisión del mensaje cristiano sea cual sea el medio o vía a través del cual eso se realiza: predicación oral, conservación e interpretación de la Sagrada Escritura, liturgia, etc.; en sentido restringido se entiende por Tradición la transmisión de la palabra revelada por medio de la predicación oral y la fe de la Iglesia, contradistinguiéndola así de la Sagrada Escritura, a fin de poner de manifiesto cómo ha querido Dios que se estructurara de hecho la transmisión de la verdad revelada. La Tradición en sentido restringido suele dividirse, y precisamente por su relación a la Sagrada Escritura, en constitutiva, si lo que ella transmite no se halla en modo alguno en la Sagrada Escritura;inhesiva, si, por el contrario, la doctrina transmitida está contenida también explícitamente en los libros sagrados; interpretativa, si declara, explica o interpreta lo que, germinalmente, está contenido en la Biblia.
Todas las divisiones anteriores se refieren a la Tradición como transmisión de la palabra revelada por Dios y comunicada a la Iglesia por el testimonio apostólico, es decir, lo que suele llamarse Tradición divino-apostólica o Tradición propiamente dicha. Frente a ella cabe hablar de una tradición eclesiástica, para referirse a la transmisión de usos, devociones, etc., surgidas después de la era apostólica. Como es obvio, esta última tiene una autoridad menor que la Tradición divino-apostólica; no debe, sin embargo, ser identificada con una tradición meramente humana: la Iglesia —no lo olvidemos— está asistida por el Espíritu Santo. Por lo demás, no siempre es fácil determinar cuándo estamos ante una Tradición meramente eclesiástica: en muchas ocasiones lo que a primera vista puede parecer tal, es en realidad la declaración o explicitación de una realidad de origen apostólico, y entra, por tanto, en el ámbito de la Tradición en sentido propio.
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